martes, 24 de febrero de 2015

La libranza, un mecanismo de crédito muy distinto al crédito rotativo

Primero es importante entender que existen varias modalidades para tomar una obligación crediticia con un establecimiento bancario y por lo tanto, parto desde allí, por la simple razón que desconocemos muchas de las herramientas que están a nuestro alcance para suplir las necesidades de efectivo durante nuestra vida económicamente activa.
Por lo tanto, en la medida que el mismo sistema buscando mayor bancarización a lo largo y ancho del territorio nacional se enfoca en productos específicos a promocionar. De esta manera los créditos de libranza viven recientemente su mejor momento, impulsados por un lado, por su menor riesgo para el caso del establecimiento de crédito, realidad que se ve reflejada en sus menores tasas frente a la del crédito de consumo ordinario (tasa que normalmente se encuentra muy cerca del la tasa de usura) y por el otro la facilidad de acceso para los deudores (consumidor financiero) en términos de manejo.
De esta manera es importante definir ¿qué es el crédito de libranza?: La libranza es un mecanismo de recaudo de cartera en donde el deudor autoriza a su entidad empleadora a descontar de su nomina mensual o quincenal una suma determinada para aplicar a la cancelación de sus obligaciones ante una entidad financiera, y la entidad empleadora se compromete a entregar dichas sumas a la entidad financiera en un plazo previamente convenido. Para el adecuado desarrollo del esquema de libranza es de suma importancia que la entidad financiera cuente con la autorización de descuento de nómina del deudor-empleado y el convenio de recaudo debidamente suscrito con la entidad empleadora en donde estén expresamente consignadas todas las obligaciones del convenio.
Con la anterior claridad, es impensable que se use la libranza como un crédito rotativo en el cual se usa y se prepaga en la medida que la caja y al ancho de sus antojos lo permita. Sin embargo, esa ausencia en torno a las características de estos créditos produce hábitos entre los consumidores que son al final mucho más costosos y perjudiciales para su historia crediticia.
Si bien, es normal escuchar propuestas desde el mismo sistema bancario para consolidar pasivos (compra de cartera entre el argot popular) a través de cualquier tipo de crédito incluyendo la libranza, lo que no es normal es la gimnasia habitual entre la compra y la recompra de cartera a través de la libranza, generando mayores costos y oportunidad en liquidez para el deudor. Es decir, ¿para qué usar la libranza, si al cavo de un par de meses o menos voy a volver a consolidar pasivos, para luego volver a hacerlo? ¿Por qué no usar otro tipo de créditos? Hay quienes me insisten que consolidar pasivos no es un delito y tienen toda la razón, pero lo que no saben quienes lo afirman es que cada vez que consolidan obligaciones hay consultas a centrales de riesgo y ello si es algo que le puede perjudicar de una manera directa a su perfil financiero como deudor. Entre más consultas tenga su cédula en las centrales de información dentro de un periodo determinado, menor será su score y mayor será su riesgo de un posible default (probabilidad de caer en impago) por sus hábitos de destapar huecos para tapar otros (entre nuestro lenguaje técnico se le conoce como rollover de deuda).
¿Para qué usar la libranza si se puede consolidar a través de otro tipo de crédito que puede implicar menos costos en términos de tiempo y en tasa? Las razones las puedo simplemente concentrar en dos puntos, el primero sería la tasa acompañada de plazos que pueden llegar a rondar entre los 60 y 84 meses (cosa que no se puede hacer con la consolidación de cartera a través de las tarjetas de crédito, algo muy atractivo para el deudor porque mayor plazo es equivalente a menor cuota) y el segundo punto que hace de este tipo de créditos uno de los más atractivos, es que se descuenta directamente por nomina y por ende su comodidad en términos de tiempo y estrés por cuentas vencidas en caso que sea poco organizado con sus obligaciones.

Sin embargo, el mal uso de este tipo de herramientas lo único que expone es su indisciplina financiera que lo encierra en su propia gimnasia de nunca acabar. Es decir, que la libranza se le convirtió en el cupo rotativo entre varias entidades, donde se usa el avance de efectivo para pagar deudas y viceversa. Una gimnasia que no le desarrolla su lado atlético sino que acaba con la tranquilidad del sueño que repone cualquier desorden y que lo expone cada día a un escenario cercano de quiebra en caso que la fuente de sus ingresos tengan un tropiezo o se detengan por completo.
Javier Andrés Alzate M
Trader-Coach-Fundador
EDUBURSÁTIL

viernes, 13 de febrero de 2015

El nuevo billete de $100.000, una situación que expone el deterioro real del poder adquisitivo en Colombia

Esta es una de las noticias que más ha sonado en los últimos días y no es para menos, la opinión pública se pregunta ¿es necesario? Y los medios ayudan a enfrascar la discusión en las implicaciones para la población de a pie con respecto a su día a día y las situaciones que pueda afrontar a la hora de pagar con un billete de este tamaño.

Pero yo quiero separarme de tan estéril discusión y enfocarme en su impacto real sobre lo que ello implica en términos de poder adquisitivo, un asunto que si impacta directamente su bolsillo. De esta manera, ¿qué significa el reciente anuncio del Banco de la República sobre la emisión de una nueva referencia en la moneda?, significa que el poder adquisitivo del peso en términos reales es cada vez menor. Para ello deseo darles un ejemplo que lo contextualice: hasta hace 20 años atrás (en 1995) se conocía el billete de mayor denominación de color morado y de valor nominal $5.000 (En el que aparecía el botánico Alvaro Mutis), billete que fue reemplazado por el billete actual de color verde (En el que aparece el poeta Jose Asuncion Silva), sin embargo, si hacemos más historia podemos encontrar que hace 50 años atrás manejábamos los centavos y nuestra moneda no tenía los tres ceros que hoy nuevamente sale a la luz como tema a debatir. Pero también hay que mencionar que hace 20 años atrás las tasas de interés en Colombia eran de dos dígitos y por lo tanto encontrar un certificado a término fijo ofrecer tasas brutas de alrededor del 40%ea era algo tan normal como tomarse la tasa de café al iniciar el día. Sin embargo, muchos se olvidan que para la misma época la tasa de inflación en el país también rondaba la misma tasa del 40%, es decir, que el dinero en términos de poder adquisitivo perdía valor en la medida que avanzaba el tiempo a ritmos agigantados (si desea tener un ejemplo actual, evalúe la situación económica de Venezuela). Para ello nace el Banco de la República en 1991 con su principal objetivo de controlar la inflación y es gracias a ello que hoy contamos con un índice de precios al consumidor de tan sólo un dígito (IPC a/a 3,82%).

Por todo lo anterior, podemos concluir, que si bien la inflación en la actualidad es de tan sólo un dígito el poder adquisitivo real del peso colombiano continúa perdiendo terreno y la forma de ajustar dicho retroceso es ajustando las denominaciones nominales de los billetes en circulación.

Así que mejor que enfrascarnos en el debate en torno a ¿qué vamos a hacer con un billete de valor nominal tan alto? Deberíamos mejor enfocarnos es en ¿qué estoy haciendo financieramente hablando hoy para evitar que mi dinero pierda poder adquisitivo en el tiempo?, en este orden de ideas, es este realmente el foco del debate para la opinión pública.

Javier Andrés Alzate M
Trader-Coach-Fundador

EDUBURSÁTIL

Entradas populares

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *